Reflexiones al Mensaje del 25 de mayo de 2005
DEN TESTIMONIO DE MIS MENSAJES
"¡Queridos hijos! Nuevamente los invito a vivir mis mensajes con humildad. Especialmente den testimonio de ellos, ahora que nos acercamos al aniversario de mis apariciones. Hijitos, sean un signo para aquellos que están lejos de Dios y de su amor. Yo estoy con ustedes y los bendigo a todos con mi bendición maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!" Mensaje del 25 de mayo de 2005
La Virgen María nos invita a vivir con humildad los mensajes que nos está dando aquí durante 24 años. Ella es la humilde sierva del Señor y sabe bien que las palabras de Dios pueden ser sólo comprendidas en humildad. María encontró la gracia en Dios, Dios posó su mirada en Ella, sencilla sierva del Señor, y por eso todas las generaciones la llaman bienaventurada. Por eso muchos acuden a los lugares de sus apariciones, puesto que desean estar más cerca de su corazón maternal. Todos somos sus hijos. En las palabras de María: ¡Queridos hijos!’ muchos ven y llegan a conocer el cuidado y el amor maternales. Con la Madre María estamos seguros de no perdernos, de no ser engañados o desilusionados.
Los simples y los humildes aquí en Medjugorje confirman la veracidad de las palabras de Jesús que pronunció en el Espíritu Santo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.’ (Lc 10,21)
María nos dirige a Jesús y nos conduce a El, pero Jesús nos envía a su Madre María para que la escuchemos y caminemos en humildad siguiendo sus palabras.
Ella viene de la gloria del Padre Celestial y habla simplemente y todos la pueden comprender. María como madre se ha agachado a fin de que nosotros, sus hijos, podamos entenderla. Ella lo hace como los padres que se arrodillan ante sus hijos para que ellos los puedan ver y comprender bien lo que desean transmitir.
La palabra humildad viene de la palabra latina, humilis, es decir, lo que está cerca del humus, del suelo, de la tierra. Por eso es perfectamente normal que, al anunciarnos la Biblia que fuimos formados del polvo de la tierra, seamos humildes a fin de poder comprender a Dios y a la Virgen. La Virgen María no ha venido a juzgarnos y a acusarnos, porque aquel que acusa y juzga, no está en condiciones de escuchar al otro, él se escucha sólo a sí mismo. La Madre María al hablarnos desea también escucharnos, escuchar nuestro clamor y nuestra oración. Ella toma en cuenta seriamente cada oración nuestra pronunciada con el corazón.
En un mensaje suyo, la Virgen dice: Me inclino ante vuestra libertad.’ Ella que es inmaculada, llena de gracia, se inclina ante el hombre, ante su libertad. Es tan grande la dignidad de cada hombre que incluso Dios respeta su libertad.
Las apariciones de la Virgen en Medjugorje son una gracia y un don del cielo. No son terreno o propiedad de nadie, sino un regalo gratis para mí, para ti, para la Iglesia y el mundo. La propiedad es algo que defendemos para que otro no nos la arrebate. Con el don sucede algo diferente. El don nos obliga a ser fiel a la Virgen y a su amor. El don nos obliga a testimoniar que el Cielo se ha abierto y que ríos de gracias han fluido a través de muchos corazones y los ha despertado de su letargo espiritual. Por eso la Virgen nos invita: Especialmente den testimonio de mis mensajes, ahora que nos acercamos al aniversario de mis apariciones.’ A menudo la Madre María nos ha dicho: Queridos hijos, este es un tiempo de gracia.’
Todo corazón humilde, puro y simple puede reconocer la voz de la Madre. No permitamos que este tiempo de gracia sea el tiempo de nuestra perdición sino un tiempo de conversión y de una vida nueva con Dios.
También hoy la Virgen María nos dice: Yo estoy con ustedes’. Estemos y permanezcamos también nosotros con Ella.
Fr. Ljubo Kurtovic
Medjugorje, 25.05.2005