Reflexiones al Mensaje del 25 de agosto de 2008
LLAMADOS A LA CONVERSION PERSONAL
"¡Queridos hijos! También hoy los invito a la conversión personal. Sean ustedes quienes se conviertan y con su vida stimonien, amen, perdonen y lleven la alegría del Resucitado a este mundo en que mi Hijo murió y en que la gente no siente la necesidad de buscarlo ni descubrirlo en su vida. Adórenlo y que vuestra esperanza sea la esperanza de aquellos corazones que no tienen a Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!" Mensaje del 25 de agosto de 2008
Al principio de su mensaje del 25 de agosto de 2008, la Virgen nos llama a la conversión diciendo: “Sean ustedes quienes se conviertan y con su vida testimonien, amen, perdonen y lleven la alegría del Resucitado a este mundo.” Todos necesitan la conversión. Es un proceso que dura toda la vida. La verdadera conversión consiste en un encuentro con Dios. Solamente los que han encontrado al Dios vivo pueden testimoniar sobre ese encuentro. Los encuentros humanos siguen siendo a menudo superficiales, mientras que el encuentro con Dios ocurre en las profundidades del corazón y del alma del hombre, y dejan rastros en el hombre en su totalidad. Cada vez que un hombre no ama, él necesita la conversión. Cada vez que un hombre no es fiel a las palabras de Jesús, él necesita la conversión.
Toda conversión consiste de un proceso de dos pasos. El primer paso es que por lo menos una vez en nuestra vida debemos arrodillarnos ante Jesús y decirle desde la profundidad de nuestro corazón y alma: Jesús, yo me decido por ti, deseo dejar mi antigua vida detrás, deseo ser libre de todos mis pecados y así purificado comenzar a caminar contigo. Esta es la decisión fundamental para Dios. El segundo paso es preguntarse cada noche: ¿He cumplido los Mandamientos de Dios completamente, qué puedo mejorar en el encuentro con las personas, cómo puede amar más a la Iglesia? Solamente cumpliendo estos dos puntos, podemos caminar rectamente en el camino de nuestra vida espiritual. La Virgen nos ha llamado y llama a la conversión en tantas ocasiones. Ella nos llama para ser testigos. Pareciera que nosotros permaneciéramos sordos y ciegos, y pensamos que la Virgen llama solamente a quienes no van a la Iglesia, a quienes pensamos que no son buenos. La Virgen piensa también en ellos, pero Ella piensa principalmente en aquellos que se comportan como fariseos, que juzgan a otros, fingen ser buenos y perdonan raramente. Ellos son los que necesitan una conversión radical.
La Virgen nos da los medios también. Ella nos ha llamado tantas veces a la oración y en el último mensaje nos llama a adorar a Jesús. Dios acoge a los que lo adoran en el espíritu y en la verdad, y eso significa con sus acciones y vida, y no sólo con palabras porque Dios no necesita nuestras palabras, lo que El necesita es nuestro corazón. Totalmente consagrados a El, nosotros podemos representar la esperanza de esos corazones que no tienen a Jesús.
Hay innumerables definiciones acerca de lo que es el hombre, y uno de ellas es el siguiente: “¡El hombre es un ser que espera!” A nosotros viajeros aquí en la Tierra, la esperanza nos da fuerza para no detenernos y para dirigirnos valerosamente al futuro. Nuestra esperanza se encuentra solamente en el nombre de Jesús. La esperanza siempre mira al futuro. El amor es la realidad que se debe perpetrar ahora, y la fe nos ayuda a alcanzarla.
Muchos pueden pensar que el mundo no cambia en absoluto, y por eso nos preguntamos: ¿Para qué sirve la conversión? Para otros el mundo cambia, pero para peor. Somos hoy capaces de destruir totalmente nuestro mundo, más que la gente que vivió muchos años antes de nosotros.
Debemos preguntarnos cuál es el papel de la conversión en nuestras vidas. ¿Es nuestra conversión algo bueno? Podemos decir a otros: eso no es un encuentro como el que podemos experimentar con la gente cuando, por ejemplo, nos encontramos a nuestra madre, hermanos, hermanas o buenos amigos en la calle. Naturalmente nos gustaría tener tales encuentros cercanos, personales y profundos con Dios, pero, generalmente, nuestros encuentros con Dios son de naturaleza diversa. También hoy debemos preguntarnos si creemos que el Reino de Dios está cercano. Es una de las maneras para describir el encuentro con el Dios vivo. Hoy en día muy poca gente siente que Dios está presente. Cada vez más gente se vuelve atea o agnóstica. Esta vida es lo único que tienen. Pero, nosotros los cristianos, que seguimos las enseñanzas de Nuestro Señor, creemos en Sus palabras. Él nos dice que hay vida después de la muerte. Él nos dice que existe un Dios vivo con quien podemos hablar mediante la oración. El nos dice que el camino que conduce a una nueva vida después de la muerte es el amor que demostramos hacia nuestro prójimo en esta vida. Nuestra espiritualidad plantea a menudo la pregunta fundamental: ¿creo en Jesucristo? Si creo, entonces mi opinión acerca de este mundo es diferente e intento tomar las decisiones que corresponden a mi creencia. Jesús nos dice que encontramos a Dios cada vez que nosotros servimos a los demás. La conversión es por tanto necesaria e importante cada vez que no soy fiel a la palabras de Jesús y a su llamada a vivir en Su compañía. La conversión es necesaria cuando perdemos el amor.
Fr. Danko Perutina
Medjugorje, 26.08.2008