Reflexiones al Mensaje del 25 de Noviembre de 2000
LA PARTIDA DE LOS GRANDES HOMBRES
"Queridos hijos! Hoy, cuando el cielo está de manera especial cerca de ustedes, los invito a la oración, para que a través de la oración pongan a Dios en el primer lugar. Hijitos, hoy estoy cerca de ustedes y bendigo a cada uno con mi bendición materna, para que tengan fuerza y amor para todas las personas que encuentren en su vida terrena y que puedan dar el amor de Dios. Me regocijo con ustedes y deseo decirles que vuestro hermano Slavko ha nacido al Cielo y que intercede por ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado!" 25 de noviembre de 2000
¿Cómo se van ellos? y, ¿quiénes son en verdad los grandes hombres? No son estas preguntas simples como podrían parecer a primera vista. Todo empieza verdaderamente con la pregunta: ¿a quién consideramos un gran hombre? Me parece que en este mundo de hoy reina una confusión considerable al respecto.
Fr. Slavko Barbaric como hombre, creyente, religioso y sacerdote ciertamente pertenecía a la orden de los grandes hombres. Pero, ¿para quienes? Aunque algunos consideren que no es así, yo diría que él pertenecía a los grandes hombres que lo son para todos. Como hombre y como creyente cumplió su tarea cabalmente. Si no hubiera sido así, la Reina de la Paz no hubiera dicho expresamente que él nació al cielo. No es ahora necesario entrar en discusiones teológicas y especular si Ella por eso piensa que él es un santo. Que el tiempo responda a estas preguntas y que proporcione una respuesta al hecho de que si él es un santo en el sentido considerado actualmente por la Iglesia. Recordemos que San Francisco y otros grandes santos necesitaron un tiempo a fin de que un día fueran proclamados ejemplos para nosotros.
Aquellos que no consideran a Fr. Slavko como un gran hombre, son los que reconocen solamente nuestra parte humana. Se vio muy claro a través del comportamiento de los medios de comunicación social durante los funerales de Fr. Slavko. Estos medios de comunicación y redactores que están alejados de Dios, colocaron la noticia al final de sus noticiarios o ni siquiera la dieron a conocer. No solamente se comportaron mal hacia este gran hombre, sino que también faltaron a la profesionalidad ya que no dieron a conocer imparcialmente ni con espíritu democrático esta noticia que concernía a muchos.
Sí, la muerte de Fr. Slavko impresionó a mucha gente. Innumerables son sus amigos por el mundo, innumerables son los que él ha ayudado. Naturalmente no lo hizo con su fuerza humana. Si la hubiera tenido en abundancia, no habría muerto tan pronto. El actuó y ayudó con la fuerza de Dios a la cual permitió servirse de su fragilidad y de esa manera llegar a los demás. Por eso pudo hacer mucho en su breve vida.
Nosotros los cristianos no estamos llamados a separarnos de la sociedad, a encerrarnos en un mundo propio y allí realizar nuestras ideas. Hace tiempo Jesús nos dijo que éramos la sal de la tierra y la luz del mundo. ¿¡Porqué tendríamos que sentir temor hacia nuestra misión!? Todos aquellos que conocieron a Fr. Slavko saben que él no sentía temor de eso. Actuaba diligentemente en el ámbito espiritual y en el humano. De este valle de lágrimas quiso hacer un lugar que se recorre agradablemente hacia nuestra patria del más allá. Utilizó su gran formación académica no para ponerse por encima de los demás o para considerarla como el sentido de su vida, sino para acercarse aún más al prójimo. Muchos se dieron cuenta de eso, por lo que no es insólito que alrededor de él se reunieron gente de diversas profesiones y niveles de educación. El les enseñó a todos cómo se debe amar al prójimo y a Dios. No permitió que en su ámbito se pusiera en práctica ese pensamiento pernicioso acerca de la separación de la fe con respecto a la vida cotidiana de cada hombre. El integró la fe en la vida del hombre, pero colocando y permitiendo a cada cosa que estuviese en su lugar y no ocupando otro ajeno.
A nosotros los cristianos seguramente nos ha sido fácil el paso por la historia. Tenemos a nuestra Reina de la Paz y modelos que con su ejemplo nos muestran el camino. Sin embargo, una pregunta queda siempre en el aire: ¿procuramos nosotros ser también modelos? Si no lo intentamos, el ejemplo de Fr. Slavko será solamente para nosotros una curiosidad más entre otras y nada más.
Atrevámonos por fin a ponernos de rodillas y a partir de eso empezar a construir todo lo que creemos que deberíamos tener. Ese es nuestro fundamento, y quién puede afirmar que una casa se puede edificar sin buenos fundamentos. La Reina de la Paz nos llama constantemente a eso. De esa forma el cielo está cerca de nosotros, nos dice Ella, estamos bendecidos y podemos continuar nuestra vida sin miedo del presente y del futuro. Al adquirir confianza en nosotros mismos poco a poco podremos compartirla con los demás. No sucederá que nos sentiremos solos y abandonados, sino que en cada momento sabremos que podemos caminar dignamente y con la frente levantada por los senderos de la vida sin importar todos los golpes y aflicciones que nos puedan acompañar.
Nuestros buenos propósitos en verdad no van a quedar nunca sin respuesta. Serán acompañados por la intercesión en el cielo de todos aquellos que llegaron a Dios antes de nosotros. La Reina de la Paz nos dice que nos acompañará también la intercesión de Fr. Slavko. Por eso no tengamos miedo en estos momentos por el futuro de los acontecimientos de Medjugorje. Estos son una obra de Dios y como tal continuarán existiendo a lo largo de la historia. Si todos juntos procuramos responder a esos de la mejor manera posible, siempre habrá alguien que con su ejemplo nos indicará el camino a fin de que nuestro avance sea más fácil. Si no quisiéramos ir por los senderos de Dios, los modelos también serán menos. Si a pesar de todo los hubiera, serán como la voz del sediento en un desierto, una advertencia y juicio para aquellos que se atrevieron a silenciar esa voz. Por eso podemos decir al final: la partida de Fr. Slavko ha sido en realidad la partida a su patria eterna.
Fr. Miljenko Stojic
Medjugorje, 25 de noviembre de 2000.