Reflexiones al Mensaje del 25 de Diciembre de 2000


EL ROSTRO DEL NUEVO MILENIO

Se ha dicho de todo acerca del nuevo milenio. La gente simplemente competía a fin de hacer que el paso a ese nuevo milenio fuera lo más original posible, sin preguntarse si eso acaso tenía algún sentido. Naturalmente, así se comportaban aquellos que no se preguntan suficientemente acerca del sentido de la vida. Sin embargo, otros experimentaron este paso agradeciendo a Dios porque existe y procuraron borrar todo miedo en ellos y en los demás con respecto a esa nueva era. ¿Tuvieron éxito? Eso lo saben mejor ellos mismos y todos aquellos que tuvieron el valor de seguir sus pasos.

Los acontecimientos de Medjugorje me parece que se han referido a eso desde el principio mismo. Continuamente han intentado e intentan transformar el corazón del hombre según los Mandamientos de Dios a fin de que ese corazón esté preparado a responder a todos los desafíos, y no solamente a un paso común y corriente. Sí, es un paso común y corriente. No es importante cuál sea la sucesión temporal, sino que es importante lo que sucede en el corazón del hombre. Sólo entonces todo lo demás adquiere su importancia.

La Reina de la Paz ciertamente cuenta con el corazón del hombre. Por eso habla de él a menudo. Sabe que si ese corazón está bien, entonces todos los acontecimientos en el hombre y alrededor de él estarán bien. Conoce bien la soberbia del hombre y procura extirparla de su corazón. Lamentablemente sucede que la gente no hace caso a lo que dice la Reina de la Paz. En consecuencia sucede que sus corazones no hay alegría, en cambio hay malhumor, enemistad hacia el otro, explotación del otro y de toda la naturaleza que nos rodea. Así sucede que algunos poseen riquezas inmensas mientras que los demás apenas sobreviven o pasan hambre. Políticos irresponsables dicen al respecto que todo está bien, que los que se han enriquecido lo han hecho compitiendo honestamente y nada más. Todo se reduce al éxito y a la fuerza. Y eso es completamente absurdo. La Reina de la Paz por todo eso no viene con una riqueza material enorme en sus brazos, sino que viene con Jesucristo. El, un día, nació entre nosotros y cambió nuestra historia humana. Procuraron rechazarlo y deshacerse de El, pero El se convirtió en la más grande riqueza que un hombre puede conseguir. ¡Aquel que la obtenga, cómo no se va a sentir bendito y gozoso!

Al proclamar el año 1999, Año Jubilar, el Santo Padre, Juan Pablo II, junto con la Reina de la Paz lanzó un grito a los oídos de todos aquellos que desean construir un mundo sin Dios. Quiso removerlos, y a los que van por el camino correcto, quiso impulsarlos a que continúen incansablemente. Los acontecimientos del mundo se han concentrado, y cada vez más se condicionan recíprocamente. No se puede vivir más estando solamente vinculado a un grupo pequeño de personas. Nuestro comportamiento afecta un círculo de gente más grande que antes. Por todo eso debemos finalmente comenzar a pensar de una forma correcta. El mundo en que vivimos no es una arena sin cuartel en la que sobreviven solamente los más hábiles, sino un lugar en que se puede vivir de una manera digna y bendita. El otro, cerca de nosotros, es nuestra bendición, y no un competidor sin misericordia. Muy bien dicho, pero esto hay que saber ponerlo en práctica en la vida. Nos demuestran diariamente que eso es posible los que se han decidido de una u otra manera ponerse al frente de la comunidad cristiana y guiarla hacia delante. Su decisión por Dios es una decisión de la cual a veces algunos se admiran, olvidándose que ellos mismos deberían ser similares, naturalmente en sus ámbitos. Sólo entonces surgirá la verdadera alegría y la auténtica fiesta jubilar.

La celebración de la Navidad cada año es verdaderamente una fiesta jubilar. Nos sentimos gozosos puesto que recordamos las obras que Dios hizo en la historia humana. Sin embargo, esa alegría permanece siendo sólo un acontecimiento entre muchos otros si no se transfiere a nuestra vida cotidiana. Es necesario que año tras año se asiente ese gozo a fin de que el hombre se haga cada vez más luminoso. No puede ser el sentido de la vida humana acumular riqueza material, sino acumular riqueza espiritual. Y no hay fuerza que nos pueda obstaculizar en tal tentativa. A través de la santidad Dios nos abre el camino hacia El, nos enseña quién es El y de qué podremos gozar un día si seremos lo suficientemente perseverantes. La bendición con la que cubrimos de santidad nuestra vida comienza a resplandecer con una luz más hermosa que el árbol de Navidad más bellamente adornado. De nosotros se vierte a la demás gente y acontecimientos de nuestra vida.

Los cristianos en verdad tienen una gran fortaleza. Pueden convertir este mundo en una paraíso terrenal, si lo quisieran. Sería hermoso que lo intentaran en el nuevo milenio. La Reina de la Paz se sentiría entonces satisfecha, puesto que sabría que ha creado un grupo de aquellos que tienen la suficiente valentía de dar al nuevo milenio un rostro, el de Cristo. Apuesto que entonces no habría seres insatisfechos, oprimidos, con hambre y con frío. Solamente habría gente profundamente feliz.

Fr. Miljenko Stojic
Medjugorje, 25 de diciembre de 2000.


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Last Modified 12/29/2000